EL AÑO DEL LANZADOR, CAMBIOS EN EL DIAMANTE

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ESTRELLAS DEL BÉISBOL
EL AÑO DEL LANZADOR, CAMBIOS EN EL DIAMANTE
Por Héctor Barrios Fernández

Algunos materiales usados en la superficie del campo de juego, como el conocido “astroturf,” no influyeron significativamente en las regulaciones de la composición y configuración del campo de juego en el béisbol desde principios de los 1900s hasta finales de los 1960s.
Las dimensiones y la instalación o montaje de las bases, el home, las líneas de foul y el montículo del lanzador, estaban en las reglas que habían gobernado el juego desde 1904, como la altura de la loma de lanzar, designada a un máximo permitido de 15 pulgadas de altura. La regla de 1904 decía, “no más alta que” 15 pulgadas.
Para principios de 1950 fue establecida como obligatoria en 15 pulgadas, como decía mi maestro de vocablos latinos, “velis nolis” “quieras o no quieras.”
Pero mientras las regulaciones del campo de juego pueden haber permanecido sin cambio, la acción en el terreno y la manera en cómo el juego estaba siendo jugado, estaba siendo sometido a un significante cambio durante los 1960s.
El nacimiento de una clase de lanzadores de élite, combinado con la construcción de estadios más grandes con más espaciosas dimensiones en los jardines, contribuyó a traer un cambio en el delicado balance entre el “bateo” y el “pitcheo.”
Dos años después de que los muchachos conocidos como los “M&M,” Mantle y Maris, se enfrascaron en una épica demostración de poder en 1961, el promedio de carreras anotadas en la liga bajó de 4.0 carreras por juego por segunda vez desde 1919 y por primera vez en dos décadas.
Liderados por Sandy Koufax, Don Drysdale, Juan Marichal, Warren Sphan, Whitey Ford y otros, los lanzadores parecieron estar ganando la batalla a los bateadores, aún con el poderío que representaban los futuros miembros del Salón de la Fama como, Mickey Mantle, Willie Mays, Hank Aaron, Frank Robinson, Willie McCovey y Harmon Killebrew, todos en el mejor momento de sus carreras, parándose en la caja de bateadores.
El mejor momento de los maestros del montículo fue 1968, “el año del lanzador.” Las 3.42 carreras por juego por equipo fue el segundo porcentaje de carreras anotadas más bajo de todos los tiempos, solamente superado por las 3.38 en 1908.
Los equipos promediaron menos de 8.0 hits por juego por primera vez desde 1909. Solamente seis jugadores en las Ligas Mayores batearon sobre .300.
El porcentaje de .301 de Carl Yastrzemski de los Medias Rojas de Boston, fue el más bajo para un campeón bateador.
La punta de lanza en cuanto a los hombres que ejercieron dominio sobre el montículo en 1968 fue el temido lanzallamas Bob Gibson.
Habiéndose establecido como uno de los lanzadores más intimidantes y efectivos en siete temporadas como un lanzador regular en la rotación de los Cardenales de San Luis.
En 1968 Gibson obtuvo números que evocan la “Era de la pelota muerta.”
El porcentaje de carreras limpias admitidas de Gibson de 1.12, fue el porcentaje más bajo visto en las Grandes Ligas por más de 60 años y permanece como el mejor después de 1920. Sus 13 “blanqueadas” fueron la mayor cantidad desde 1916. De manera unánime fue nombrado como ganador del trofeo Cy Young como el mejor lanzador, de pasadita también fue líder en ponches recetados en la Liga Nacional. Quizás lo más impresionante en el año de Bob Gibson, es que él perdió nueve juegos y adaptando la frase de Yogi Berra sobre Sandy Koufax: “Puedo entender cómo Gibson ganó todo lo anterior, lo que no puedo entender es cómo perdió nueve juegos.
Bob no estuvo solo. Siete lanzadores tuvieron porcentaje de carreras limpias por debajo de los 2.00, el mayor número en una temporada desde 1919. En toda la década de los 1950s, solamente un lanzador estuvo debajo de 2.00 en una temporada.
Luis Tiant (1.60 y Sam McDowell (1.81) de los Indios de Cleveland, fueron el primer par de compañeros en estar debajo de los 2.00 en la misma temporada en cerca de 50 años.
Denny McLain de los Tigres de Detroit no solamente mantuvo un porcentaje inferior a 2.00 en 1968, sino que también fue el primero en Grandes Ligas en 34 años y hasta la fecha el último en ganar más de 30 juegos en una temporada.
Sus 31 triunfos, 1.96 en carreras limpias admitidas y 280 ponches hicieron de él la obvia y unánime selección como el ganador del trofeo Cy Young de la Liga Americana.
Los dos lanzadores, Bob Gibson y Denny McLain también ganaron los nombramientos de “Jugadores más Valiosos” de sus respectivas ligas.
Bob Gibson de los Cardenales superó a McLain de los Tigres en la Serie Mundial de 1968. Sin embargo Mickey Lolich fue el lanzador héroe en ese octubre, empatando un record de tres juegos ganados en la serie de siete que se jugaron. Gibson hizo su parte, estableció un nuevo record para Serie Mundial con 17 ponches en su blanqueada en el primer juego.
Sin embargo, la maestría en el pitcheo, estuvo por todos lados en 1968. Don Drysdale de los Dodgers de Los Angeles, lanzó 58 2/3 entradas de manera consecutiva sin permitir anotación. Cinco diferentes lanzadores, tuvieron juegos sin hit ni carrera, incluyendo un juego perfecto lanzado por Jim “Catfish” Hunter de los Atléticos de Oakland el 8 de mayo.
En San Francisco, el 17 de septiembre, Gaylord Perry de los Gigantes, lanzó juego sin hit ni carrera contra los Cardenales de San Luis, en este juego el lanzador derrotado fue Bob Gibson, a pesar de ponchar a 10 bateadores y permitir solamente una carrera.
Al siguiente día Ray Washburn de los Cardenales, les regresó el favor a los Gigantes, los blanqueó y ya que estaba allí, los dejó sin hit, siendo el último juego de este tipo en la temporada.
Tantos juegos lanzados sin hit y tantos ponches en un juego, pueden animar a las multitudes, sin embargo los directivos de Grandes Ligas apostaron porque los juegos de alto carreraje y los largos cuadrangulares mantenían a más aficionados en los estadios y el interés por el juego. A finales de los 1960s, los directivos estaban buscando un ritmo más rápido en el desarrollo de los juegos y más juegos en la televisión, para la atracción de los aficionados y por supuesto, mayor cantidad de dólares. Esa tendencia en el pitcheo en 1968, no favorecía a la taquilla, ese año, tres de los cuatro equipos con mejor cuerpo de lanzadores, incluyendo a los campeones de la Liga Nacional, los Cardenales, vieron como declinó la asistencia a su estadio con relación a 1967.
En un intento por re-energizar las ofensivas, después de la baja en el bateo en 1968, las Ligas Mayores, cambiaron las regulaciones para la altura de la loma de lanzar.
A principios de la temporada de 1969, la “nueva altura” para todos los montículos fue reducida de 15 a 10 pulgadas. Una loma de lanzar más baja, redujo la caída vertical de los lanzamientos en curva y redujo también el poder de los lanzadores hacia el home. El Comité de Reglas, también redujo la zona de “strike,” restaurando las dimensiones anteriores a 1963, colocando la parte más alta de la zona de strike a la altura de las axilas del bateador, en lugar de la parte más alta de los hombros.
El impacto fue inmediato. Las anotaciones por juego regresaron rápidamente a un promedio superior a las cuatro carreras por juego. Un número record de cuadrangulares fueron conectados: 3,119, comparados con los 1,995 de 1968.
Ese record fue roto en 1970 con 3,429 y ha sido superado muchas veces desde entonces. El promedio de bateo en las Ligas Mayores subió 11 puntos. Los ponches recetados subieron también, eso como resultado de bateo más agresivo en un campo de juego más nivelado.
La reducción de la altura en el montículo de lanzadores, no anunciaba el final del buen pitcheo en las mayores.
En los 1970s vimos verdaderos talentos de la loma como: Tom Seaver, Steve Carlton, Jim Palmer, Vida Blue, Nolan Ryan y más, que hicieron ver su suerte a los bateadores.
Más tarde surgieron los: Greg Maddux, Roger Clemens, Randy Johnson, Pedro Martínez, seguidos por Justin Verlander, Félix Hernández, y Clayton Kershaw, entre muchos otros, después de modificar la altura de la loma de 15 a 10 pulgadas, sobre la superficie del campo.
Después de que se anunciaran los cambios, uno de mis manejadores favoritos, Walter Alston, dijo: “Los buenos bateadores aún van a seguir existiendo y los malos bateadores se van a seguir ponchando.
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