FERNANDO VALEZUELA “EL TORO”

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ESTRELLAS DEL BÉISBOL
FERNANDO VALEZUELA “EL TORO”
Por Héctor Barrios Fernández

El martes 8 de julio de 1980 fue el juego de estrellas en el estadio de los Dodgers.
El último juego de la primera parte de la temporada, el domingo 6, tuve la suerte de estar en ese bonito estadio, fuimos uno de los 46,244 asistentes que vieron ganar a los Gigantes de San Francisco 7-4.
Al término del juego anunciaron que al día siguiente estarían entrenando los equipos de la Liga Americana y de la Nacional a partir de la 11 de la mañana, el estacionamiento y la entrada sería completamente gratis y podíamos tomar cualquier asiento disponible.
Ha sido la única vez que me he sentado en primera fila.
Recuerdo a Dave Winfield y J. R. Richards caminando desde el jardín central con rumbo a home, parecían dos postes de la luz o aún más altos.
Un aficionado le pidió a Pete Rose que le firmara una pelota, como éste ni caso le hizo, el aficionado le lanzó con ella, lo bueno que falló.
Por otra parte, durante su turno al bat en la práctica, Dave Kingman conectó el batazo más largo que he visto.
La pelota voló las palmeras que se encuentran por el rumbo del calentadero del jardín izquierdo, hasta caer en el estacionamiento.
Al final de esta temporada, en septiembre, fue el debut en Grandes Ligas de Fernando Valenzuela Anguamea haciendo un papel impresionante en los 10 juegos que participó y con ello echándose al público a la bolsa.
En 1981 Fernando ganó los nombramientos más importantes que un beisbolista puede ganar.

Fue nombrado novato del año y obtuvo el trofeo Cy Young al ser considerado el mejor lanzador de la temporada, además fue la materia prima para el nacimiento de la “Fernadomanía”, un verdadero fenómeno social que apareció no solamente en Los Angeles, sino en todo Estados Unidos, México, el Caribe y todo el mundo beisbolero.
Movimiento que benefició enormemente al béisbol y a todo cuanto le rodea. Por otra parte trajo una especie de reconciliación entre la organización de los Dodgers y el aficionado latino, cuya relación se había mantenido distante y lastimada desde el arribo de los Dodgers a Los Angeles.
Gran cantidad de personas hasta ese momento ajenas al mundo del béisbol, súbitamente ya eran grandes aficionados al juego, todo gracias a la “Fernandomanía”.
En muchos hogares, restaurantes, bares y hoteles, se instalaron antenas parabólicas que recién habían entrado al mercado, esto con el objetivo principal de ver los juegos en donde lanzara Fernando Valenzuela.
Ese año fui uno de los miles de aficionados que no pudieron encontrar boletos disponibles para asistir al estadio de los Dodgers cuando le tocara lanzar al zurdo de Etchohuaquila.
Tanto en Los Angeles como en cualquier otra ciudad en donde se presentaran los Dodgers los estadios se llenaban a su máxima capacidad y las trasmisiones televisivas rompían los récords de audiencia, estaba sucediendo algo inédito en el mundo del deporte.
Por fin el jueves 5 de agosto de 1982, fue que tuve la oportunidad de asistir al estadio de los Dodgers con Fernando en la loma, 49,607 aficionados en las lomas de Chávez Ravine.
Todas las asistencias a los estadios con Fernando Valenzuela en el montículo andaban por el estilo, en general la asistencia a juegos de los Dodgers, tanto en casa como en gira, habían aumentado considerablemente.

El equipo de casa ganó en 10 peleados innings 3 a 2, Fernando lanzó 5 entradas, le conectaron 5 hits, 2 carreras limpias, 2 bases por bolas y 4 ponches, necesitó relevos de Tom Niedenfuer, Steve Howe y el ganador Terry Foster.
Mientras el zurdo mexicano se mantuvo en el juego, los Dodgers conectaron 3 hits aislados.
Justo cuando Valenzuela salió del juego, los Esquivadores anotaron su primera carrera, más tarde empataron el marcador y finalmente ganaron el partido.
Recuerdo que los juegos de Fernando comenzaron a ser por el estilo, poco apoyo ofensivo y errores claves de todo tipo por parte de los Dodgers.
Se comenzó a especular, sobre la intención de perjudicar al “Toro”, se hablaba de racismo, envidias y demás.
Los mismos cronistas comentaban que cuando Fernando lanzaba, la ofensiva escaseaba, comenzó a ser una constante.
Muchas victorias de Fernando se escaparon por ese motivo.
Así como Babe Ruth con sus batazos salvó al béisbol después del escándalo de 1919 cuando algunos Medias Blancas se vendieron a los apostadores, así Fernando Valenzuela salvó al béisbol del enojo de los aficionados por la huelga de peloteros en 1981.
Al término del encuentro nos sumamos a la multitud que emocionada esperaba la salida de los jugadores de los Dodgers del estacionamiento reservado para ellos.
Por fin salió el primer dodger y la gente aplaudió, salió el segundo y el público lo premió con otro aplauso, enseguida salió del estacionamiento un lujoso auto deportivo color plata y los ahí reunidos estallamos en gritos, vítores, aplausos y otras manifestaciones de reconocimiento, en ese auto iba nada menos que Fernando Valenzuela quien sonriente saludó a la multitud y se alejó a toda velocidad, acto seguido, todos los ahí reunidos nos retiramos sin esperar la salida de otros jugadores.

Los Dodgers ganaron esa noche, vimos de cerca al héroe del momento y nos retiramos a casa contentos y satisfechos.
Muchos años han pasado desde aquella fecha.
Por vivir cerca de la frontera tuve la oportunidad de ver muchas actuaciones de Fernando en la loma, con los Dodgers y Padres principalmente, claro que hubo de todo, pero fui testigo de muchos juegos que en lugar de ir al casillero de las victorias, fueron al de las derrotas, por falta de apoyo ofensivo o jugadas desafortunadas de sus compañeros, pero el béisbol es así y ante eso nada o muy poco podemos hacer.
A su país México nunca lo abandonó y cada vez que pudo, lo vimos actuar en la liga de invierno.
Por todos sus servicios y aportaciones al béisbol del mejor nivel, tanto en lo deportivo pero principalmente en lo social, es que Fernando Valenzuela merece todo el apoyo en sus aspiraciones para ingresar al Salón de la Fama de Ligas Mayores en Cooperstown, N.Y.
Espero sus amables comentarios en: info@beisboldelosbarrios.com