MARIANO RIVERA JIRÓN

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ESTRELLAS DEL BÉISBOL
MARIANO RIVERA JIRÓN
Por Héctor Barrios Fernández

Hace tiempo estuvo muy de moda hablar de Mariano Rivera con motivo de su más que bien merecida entronización al Salón de la Fama del Béisbol de Ligas Mayores, recordé que leí un libro en el que Mariano nos cuenta su interesante historia, libro que presté y no recuerdo a quién y no ha vuelto a mis manos.
Allí nos cuenta Mariano cómo enseñado por su abuelo, aprendió a usar el machete para hacer los cortes de la caña de azúcar.
En ese tiempo de su niñez nunca había oído hablar de “la recta cortada” y menos había lanzado una.
A finales de marzo de 1990 no tenía un machete con él ni lo necesitaría más, tenía 20 años de edad y había firmado un contrato para jugar béisbol con los Yankees de New York.
No sabía exactamente de qué cosa se trataba, pero esperaba no usar más el machete y no salir a pescar con su padre.
Semanas atrás un buscador de los Yankees lo había visitado en su casa en Puerto Caimito, el pueblo pesquero en donde había vivido toda su vida.
Le comentó a su padre que un gringo vendría a casa para ofrecerle jugar béisbol profesional.
Su papá se interesó por al menos escuchar de qué se trataba.
La persona llegó y puso algunos papeles en la mesa y les dijo:
“A los Yankees de New York les gustaría que firmaras un contrato con ellos y te ofrecen 2,000 dólares, creemos que eres un joven con talento.
En ese tiempo a los muchachos en Estados Unidos les daban 20,000 por eso mismo.
Además, los Yankees ese día andaban muy dadivosos y le ofrecían también un guante nuevo y unos “spikes” para jugar béisbol.
En esos días estaba ganando 50 dlls a la semana trabajando con su papá en labores de pesca.
La persona le dijo que, puesto que ya tenía 20 años, no lo enviarían a República Dominicana, como lo hacían con los más jóvenes, iría directo a Tampa”.
Mariano nunca había escuchado de Tampa, pero no quiso mostrar ignorancia de ello, de cualquier manera no sabía nada de República Dominicana, lo más lejos que se había retirado de casa era hasta la frontera con Costa Rica, como a 6 horas en auto.
Mariano pensó que si firmaba con los Yankees, seguiría jugando en Panamá. Quizás iría a la ciudad, tendría un uniforme nuevo, un buen guante y unos zapatos que no tuvieran un hoyo en el dedo gordo del pie, como los que usó cuando los Yankees lo probaron, jugaría béisbol, haría un poco de dinero y cumpliría su sueño de llegar a ser un mecánico.
De las Grandes Ligas, prácticamente no sabía nada, sólo que un panameño, Rod Carew, jugaba allá, que existía la Liga Nacional y la Americana y que había una Serie Mundial.
Ya estaba en Grandes Ligas cuando escuchó a alguien mencionar a Hank Aaron, preguntó ¿quién es Hank Aaron?
-Es quien rompió el récord de Babe Ruth- le contestaron.
Bueno y quién es Babe Ruth, preguntó, las personas movieron sus cabezas y se retiraron.
Le explicaron que cuando firma un contrato para un equipo de Grandes Ligas, tiene que mudarse a los Estados Unidos.
Le aconsejaron que con una parte de los 2,000 dlls, comprara algunas camisas, ropa interior y una maleta.
Le dijeron que tal vez estuviera un poco nervioso porque no hablaba inglés.
La verdad que Mariano no estaba nervioso, estaba aterrorizado, pero no quería mostrarlo, no deseaba que se dieran cuenta de que no era un buen prospecto.
El tiempo pasó rápidamente y los boletos de avión llegaron.
La hora se había llegado.
Su familia le había llamado siempre “Pili”, sobrenombre que le puso su hermana.
Su padre puso en marcha a “Turbo”, la camioneta.
La novia de “Pili” se sentó en el asiento delantero, en medio de papá y mamá. Mariana lanzó la maleta en la parte trasera y allí se subieron su primo y él.
Salieron de Puerto Caimito, pasaron por La Chorrera, poblado vecino en donde asistió por poco tiempo a la escuela secundaria.
En la parte trasera de la camioneta, su primo y él saltaban como si fueran cocos.

Tenían que agarrarse bien para no caer.
Al pasar frente a la escuela secundaria recordó una mala experiencia que tuvo allí, fue suspendido tres días por una falta que no cometió, nunca más regresó.
Sabía que iban rumbo al Aeropuerto Internacional en la ciudad de Panamá, pero de allí, no sabía a dónde iría.
Continuaron por la carretera rumbo al aeropuerto, el viento caliente les pegaba en la cara y cada vez se sentía más triste.
Pensaba en cuando jugaba pelota en la playa con un guante hecho de cartón, un palo usado como bat y una pelota hecha con hilo de las redes para pescar. Quería saber si había jugado su último juego en “El Tamarindo”, un campo llamado así por el árbol de tamarindo que usaban como “home”.
¿Qué tal si hubiera seguido jugando fútbol? quizá hubiera llegado a ser el Pelé panameño, pero un balonazo en un ojo le lastimó y perdió la visión por un tiempo.
Su carrera de futbolista terminó con eso.
Estaban cerca de su destino y vio que en la cabina de “Turbo”, su novia Clara estaba sentada entre sus padres.
Eran vecinos en Puerto Caimito y se conocían desde el Jardín de Niños.
Dejó de hablarle cuando dejó la escuela.
Después de una fiesta, la amistad se convirtió en romance.
Cuando dejó la escuela, se enroló en equipos en la Chorrera y pescaba en el bote de su papá.
Le apodaron Merengue Mariano, porque le gustaba bailar ese ritmo.
Se la pasaba más en los salones de baile que en el béisbol, Clara le hizo entender que en la vida había más que eso.
“Turbo” entró al estacionamiento del aeropuerto, caminaron a la terminal y algo lo golpeaba muy fuerte.
Estaba dejando su casa y estaba dejando Panamá.
Era ahora un jugador profesional, no sabía cuánto iba a durar.
No pudo esconder sus sentimientos, estaba temeroso, sabía que le gustaba jugar béisbol, pero no sabía cómo lo haría ante otros muchachos.
Se preguntaba si alguien más había hecho el cambio de los botes de pesca a los Yankees de New York.
Su padre vino a Puerto Caimito para ser un pescador, comenzó desde abajo, limpiando lanchas, retirando la basura, consiguiendo centavos como pago, pero trabajó duro, progresó y finalmente llegó a ser un capitán.
Le dijo: “Pili, tú harás lo mismo, no será fácil pero con trabajo duro lo lograrás”.
Le dio un abrazo a su madre para despedirse y estrechó la mano de su padre.
No miraría a Clara por seis meses, parecerían años.
Le dijo lo que la extrañaría, que le escribiría y volvería pronto, trató de no llorar, pero de cualquier modo lo hizo.
Ella lloró también y le dijo que esperaría su regreso.
Se dirigió al mostrador y pasó por la puerta de seguridad.
A lo lejos escuchó a su madre que dijo:
“Allí va nuestro hijo, quisiera saber a dónde lo llevará todo esto?
Mariano no volteó porque si hubiera visto sus caras, habría cambiado su manera de pensar y hubiera vuelto atrás.
Se perdió de vista y caminó por el pasillo hacia la aeronave.
Su familia, desde un mirador observaba cómo se elevaba el avión.
Mariano está en el aire, es el primer vuelo de su vida.
Las lágrimas se han secado y no mira hacia atrás.
Con trabajo duro, arduo, constante, disciplina, privaciones y fe, recuerda Usted hasta dónde llegó Mariano Rivera Jirón, “Pili”
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