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ESTRELLAS DEL BÉISBOL
CARL HUBBELL
Por Héctor Barrios Fernández
El 10 de julio de 1934, en la ciudad de New York, se celebró el segundo juegos de estrellas, como hasta hoy se le conoce.
El primero fue jugado un año antes en el Comiskey Park de Chicago, pronto vendría a ser conocido como “el clásico de media temporada.”
Muchos de los participantes del primer juego, estaban ahora en el “Polo Grounds.”
Los de la Liga Nacional llegaron con una sola meta en su cabeza; vengar la derrota que habían sufrido un año antes al son de 4-2 ante 48,368 aficionados que se reunieron para presenciar el juego.
Los allí presentes, atestiguaron uno de los grandes momentos de la historia del béisbol, producido por un lanzador zurdo de Missouri, cuyo “lanzamiento de tornillo” o “screwball” se encontraba entre los más desconcertantes en ese momento.
Carl Hubbell emplearía ese lanzamiento en ese juego para “ponchar” a cinco de los bateadores más peligrosos en esos momentos y no solamente eso, sino que lo haría en forma consecutiva, uno tras otro, un quinteto de jugadores que estaban destinados a terminar en el Salón de la Fama del Béisbol.
Por cierto que Hubbell también terminaría en el Salón de los Inmortales, pero en ese tiempo no se sospechaba aún.
Después de haber luchado en las menores por seis años y habiendo tenido serias intenciones de abandonar la carrera de beisbolista, firmó con los Gigantes a la relativa edad avanzada de 25 años.
Serviría en las filas de los Gigantes como jugador, hombre de oficina y buscador de talento por los últimos 60 años de su vida.
El zurdo de bola bajita, tuvo un debut impresionante cuando “blanqueó” a Filadelfia en ruta a terminar la temporada de novato con record de 10-6. Fue la primera de 12 temporadas consecutivas con record ganador.
Aunque había tenido una temporada de 17 juegos ganados y dos de 18, Hubbell no había ganado 20 juegos en una campaña hasta 1933, cuando terminó con 23 victorias y 1.66 en porcentaje de carreras limpias, liderando a la Liga nacional, ganando además el título de jugador más valioso y llevar a los Gigantes al título de la Serie Mundial.
También logró 10 “blanqueadas” esa temporada, incluyendo una impresionante racha de 46 1/3 innings sin permitir anotación.
Pero Hubbell había luchado lo suficiente en su carrera como para saber el peligro que representaba sentarse sobre sus laureles.
“Un beisbolista no se queda viendo lo que ya hizo, tiene que seguirse entregando.”
Dijo Hubbell.
Eso fue precisamente lo que “King Carl” como le apodaban, hizo en 1934, en la época en la que muchos norteamericanos estaban luchando por sobrevivir dentro de “la gran depresión.”
Para mucha gente el béisbol ofrecía un dulce alivio dentro de la lucha de la vida diaria.
La hazaña de Hubbell pronto se convirtió en el tema del día.
Para entender el significado de tal hazaña, trate de imaginarse retirando a uno de los estos íconos de la Liga Americana:
Babe Ruth, Lou Gehrig, Jimmie Foxx, Al Simmons o Joe Cronin.
Solamente con ver uno de esos nombres en la alineación, era suficiente para que un lanzador se mantuviera despierto la noche antes del juego. Ahora que enfrentarlos a todos en fila, de hecho era algo desalentador. Como Hubbell dijo:
“Recuerdo salir rumbo a la loma en el Polo Grounds ese día, mirar a las gradas y pensaba, ‘caray’ los aficionados quieren saber que traes en el brazo.”
Los primeros dos bateadores no presentaron indicios de que Hubbell haría historia ese día.
Charlie Gehringer conectó sencillo al primer lanzamiento, y Heinie Manush recibió la base por bolas.
Muy bien, pensó Carl, dos hombres en base, no hay out y el gran Babe Ruth dando grandes zancadas dirigiéndose al “plato.”
Si los aficionados querían ver lo que Hubbell traía en su brazo esa tarde, el margen de error había desaparecido, era aquí y ahora.
Aunque estaba en su última temporada completa, Ruth podía aún conectar batazos grandes.
El Babe había conectado 34 para la calle, segundo en la Liga Americana un año antes.
Naturalmente, Hubbell estaba buscando una jugada de doble play al enfrentarse al Babe, en ese momento de 39 años de edad, quien no corría muy rápido a la primera base.
Trató de dominar a Ruth lanzando una pelota fuera de la zona de strike sin resultados positivos.
Armándose de valor, enseguida vinieron tres lanzamientos de “screwball” por encima del plato, Ruth miro pasar cada uno de ellos quedando desconcertado, emprendiendo camino a la cueva.
Lou Gehrig fue el siguiente bateador.
A diferencia de su compañero Yankee, él estaba en su mejor momento. Estaba camino a ganar la triple corona de bateo y la segunda de tres títulos de cuadrangulares.
Habiendo observado como el Babe regresaba con el bat al hombro, Gehrig acortó el bat listo para el cuarto lanzamiento, sin oportunidad alguna vio pasar el tercer strike, qué cree, efectivamente un lanzamiento de “tornillo.” Igual que Ruth, Gehrig caminó de regreso al dugout, susurrándole al oido un consejo a Foxx, el siguiente bateador: “no te lanzará nada arriba.”
Foxx, el primera base de los Atléticos de Filadelfia, estaba camino a conectar 44 cuadrangulares esa temporada, terminaría en segundo lugar, atrás de Gehrig.
Había conectado 106 en sus dos temporadas anteriores, más que ningún otro jugador en el béisbol.
Gehringer y Manush realizaron con éxito el doble robo, pero Hubbell se mantuvo imperturbable por esa jugada.
El receptor Gabby Hartnett siguió pidiendo lanzamientos de “screwball” y Foxx abanicándolos, fue dominado con cuatro disparos al igual que Ruth y Gehrig.
Habiendo ponchado a esos tres jugadores con un total de 12 lanzamientos, con dos hombres en base, se colocaría entre los grandes logros de esa o cualquier época, pero Hubblell no había terminado aún.
Al Simmons había ganado dos títulos de bateo a principios de los 1930s y estaba camino a finalizar con promedio de .344 esa temporada.
Se ponchó al comenzar el segundo inning y Joe Cronin el reinante campeón en hits dobles y a medio camino de su quinta temporada con 100 o más carreras impulsadas, no le fue mejor, también fue dominado con la especialidad de la casa, lanzamientos de “tornillo.”
La hazaña de Hubbel fue anterior a los juegos televisados, pero 48,368 suertudos aficionados vieron el juego en vivo y miles más que posteriormente lo vieron en los noticieros de los cines en todo el país, experimentaron ese placer.
Aunque los reporteros dieron cuenta de la hazaña al siguiente día, el buen prestigio de Carl aumentó de manera exponencial con el paso de los años, particularmente por haber enviado de regreso con la carabina al hombro al dugout a estos cinco extraordinarios bateadores.
En otra ocasión recordaremos lo que el mexicano Fernando Valenzuela hizo 52 años después en el juego de estrellas de 1986.
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