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ESTRELLAS DEL BÉISBOL
MI SEGUNDO JUEGO DE GRANDES LIGAS
Por Héctor Barrios Fernández
Una mañana, leyendo los periódicos como habitualmente sucede, me entero que la Universidad Estatal de San Diego, adquirió el terreno y el estadio en donde iniciaran su trayectoria dentro de las Ligas Mayores (Liga Nacional) los Padres de esa ciudad en 1969.
Aunque la historia del béisbol en San Diego es por mucho más antigua que eso.
Los planes de la Universidad eran los de derribar el estadio y construir allí mismo uno nuevo para usos múltiples, principalmente fútbol americano y conciertos, tal como después sucedió.
Además de salones de clases, apartamentos para los estudiantes, comercios y otras cosas.
No pude evitar que mi cerebro se convirtiera en “cuello de botella” y quisieran salir infinidad de recuerdos y experiencias pasadas.
Para 1969 ya tenía plena conciencia del béisbol de Ligas Mayores, año de los increíbles Mets y el temporadón de Denny McLain, Juan Marichal y Bob Gibson en 1968.
Sabía de la existencia de los Padres de San Diego, porque como equipo de triple “A” solían visitar Ensenada en alguna fecha del año, con los Tony Pérez, Deron Johnson y compañía.
Después de dejar el “Lane Field” en 1967, jugaron su última temporada de liga menor en el nuevo San Diego Stadium en 1968, siendo que al siguiente año incursionaron en las Grandes Ligas.
Casi inmediatamente vino a mi mente el 27 de septiembre de 1974.
La temporada regular de ese año estaba por terminar, quedaban los últimos juegos.
Ya le he comentado que mi debut como aficionado de Ligas Mayores lo hice el 11 de mayo de 1969 en Anaheim Vs Medias Rojas, con Rubén Amaro, Aurelio Rodríguez y Vicente Romo viendo acción.
Pues bien, serían como las 3 o 4 de la tarde de ese viernes 27, cuando estando tranquilamente en casa, en esta Ensenada donde nací, llegan mi tía Cata y su esposo César, este último, deportista a más no poder, principalmente exitoso practicante del básquetbol.
Se me quedan mirando fijamente y me dicen:
“Precisamente a ti te andamos buscando”.
Sentí que el alma se me salía.
Poniéndome a la defensiva me pregunté: “Ahora qué hice”.
Continuaron: “Sabiendo de tu afición por el béisbol, hemos venido a invitarte para mañana ir a San Diego y asistir al juego de los Padres Vs los Dodgers”.
El alma se me salió aún más.
No recuerdo bien, pero esa noche debí haber dormido en su carro para asegurarme que no se fueran a ir sin mí al siguiente día.
El sábado 28, pasamos el día en Chula Vista yendo de aquí para allá y de allá para acá, ellos realizando sus compras y yo desesperadamente viendo el reloj y preguntándome a qué hora iríamos al estadio.
Por fin arribamos al Jack Murphy a eso de las 6 de la tarde, el juego iniciaría a las 7:05.
Cuando la Profra. Olga Ramírez y su hermana, que eran las que dominaban el inglés, se acercaron a la taquilla, solicitaron cinco boletos y la despachadora muy amablemente les contestó, sonriendo y moviendo las manos de un lado a otro: “I’m sorry, sold out” “lo siento, todo está agotado, vendido, no hay”.
Por segundo día consecutivo el alma se me volvió a salir.
No puede ser, me decía, viajar desde Ensenada, pasar todo el día para arriba y para abajo y no encontrar boletos.
Bueno siquiera por fuera, había conocido el estadio de los Padres.
Sin embargo ellas insistieron y al final como por arte de magia aparecieron cuatro boletos juntos y uno en la sección vecina.
Los cuatro adultos se me quedaron viendo y ¿a quién cree que le tocó ese solitario boleto?
Allá me encontraba, eso sí, casi a nivel de terreno, por el lado de tercera base, admirando aquella grandiosidad de estadio con muy buena entrada esa noche.
Por encontrarme cerca de la caseta de los Dodgers por el lado de tercera base, pude ver de cerquita por primera vez a Walter Alston, Garvey, Lopes, Cey, Russel, Buckner, Jimmy Wynn, Yeager, Ferguson, Mota, Tommy John, Messersmith, Sutton y todos los que Usted ya sabe, nombres que muchas veces le había escuchado a Jaime Jarrín y Rodolfo Hoyos que narraban los juegos por radio 95.
Ese año los Dodgers fueron campeones de la Liga Nacional y perdieron la Serie Mundial frente a los Atléticos.
Las primeras tres o cuatro entradas me las pasé recorriendo el estadio y comprando recuerdos.
Luego más tranquilo me dediqué a ver el juego que por cierto ganaron los Padres.
Durante una parte del juego, dos o tres filas distantes de mi asiento, un niño a todas luces mexicano, se encontraba llorando, al parecer se había perdido e iba de la mano de un guardia del estadio que seguramente no hablaba español y buscaba a los padres del niño o a alguien que lo auxiliara como intérprete, enseguida me localizó, se percató de que no precisamente tengo mi rostro anglosajón, se puso frete a mí y me preguntó en inglés: “Excuse me, do You speak spanish?, eso bastó para que los nervios me traicionaran y moviera la cabeza de un lado a otro, negativamente.
Se me quedó viendo incrédulo, se disculpó y se fue.
Enseguida, ya más tranquilo y racional, me percaté de lo que me había preguntado.
Pero era demasiado tarde.
Por supuesto que mi inglés era más que pobre.
Años más tarde en compañía de mi familia, y ya sabiendo el camino, las visitas al Jack Murphy, posteriormente Qualcomm, se volvieron más que habituales, en gran medida mis hijos crecieron asistiendo al estadio de Mission Valley y mi esposa amplió sus conocimientos sobre el juego.
Siempre disfrutando de las tardes de carnes asadas en el estacionamiento, nachos, hot dogs, pop corns y las riquísimas papas con ajo.
El 28 de septiembre del 2003, quedó marcado como el último día que se celebró un juego de Ligas Mayores en el “Qualcomm” de “Misión Valley” en San Diego.
Aunque los Padres se mudaron a su nuevo Petco Park, el Qualcomm siguió siendo casa de los Chargers, equipo de la NFL.
Aunque de vez en cuando viajando por el freeway 15 pasamos frente al estadio, nunca más volvimos al que vio nacer el béisbol de Grandes Ligas en San Diego, quedan en la memoria los días que hacíamos fila para cruzar la frontera Tijuana-San Diego, tomar el freeway 5, seguir por el 15, doblar en Friars Road y felizmente llegar al Jack Murphy, posteriormente Qualcomm, disfrutar de un juego de grandes ligas y luego felices y contentos emprender el regreso a casa, cruzar la frontera y llegar a Ensenada pasada la media noche.
Días inolvidables que quedan felizmente en el recuerdo.
Espero sus amables comentarios en: info@beisboldelosbarrios.com