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ESTRELLAS DEL BÉISBOL
DELTA Y SEGURO SOCIAL III
Por Héctor Barrios Fernández
Aunque he tenido la oportunidad de volver felizmente a la ciudad de México muchas veces; ya sea por negligencia, indiferencia o falta de tiempo, no había vuelto a este mágico lugar en donde estuvieron alguna vez el Parque Delta y el Estadio del Seguro Social, sito en Viaducto Miguel Alemán y Avenida Cuauhtémoc.
Recordaba la primera vez que lo visité.
No había juego de béisbol, vivía mis años de adolescente.
Por la pura curiosidad de pisar ese lugar sagrado para mí, invité a un primo para que me acompañara.
Logramos llegar, eran como las once de la mañana, para mi sorpresa la reja de la puerta de la entrada principal estaba abierta, sin permiso de nadie ingresamos, por un túnel llegamos a las gradas centrales, fue maravilloso pararse allí y con “mis propios ojos” podía observar lo que había visto en tantas fotografías del “Hit” y “Superhit.”
Fueron tan sólo unos instantes, justo como cuando conocí el estadio de los Dodgers en Los Angeles.
Unos hombres trabajaban arreglando el campo, repentinamente uno de ellos volteó y nos miró al tiempo que nos gritaba: “ Ora jijos de su chin…dre…qué están haciendo allí, órale pa’ fuera cabrones.”
Más rápido que el tiempo que le tomaba a Pancho García o al “Super Ratón” Zamudio robarse la segunda, salimos corriendo hasta la acera de la Ave. Cuauhtémoc.
No paramos hasta llegar al Centro Médico.
Pero había logrado mi propósito de pisar el gran estadio.
Después volví tres o cuatro veces, pero esas ocasiones ingresé con boleto en mano, la última vez a mediados de los 70s, con la vista buscaba al que nos había corrido años antes para decirle “ahora sí sácame,” por fortuna no lo localicé, pero si fui testigo de cómo el boricua Víctor Torres de los Alijadores de Tampico, mandaba la pelota por arriba de la barda de anuncios del jardín izquierdo hasta el Viaducto.
Muchos años han pasado, algunos detalles se han quedado en el sub consciente y otros por fortuna los recuerdo como si fuera ayer.
Los Alijadores manejados ese año por Benjamín “Papelero” Valenzuela, a quien ya conocía, porque en 1971 manejó a los Tigres de Ensenada.
Sus jugadores encabezados por Héctor Espino, Víctor Torres, Eladio Urías, Tom Silverio, Eddie León, “Carbonero” López y otros.
Esa noche vi cómo Joe Pactwa les daba de comer en la mano a los “Diablos” quienes eran manejados por otro Benjamín, pero este era “Cananea” Reyes.
Los Diablos tenían entre sus filas a Pat Bourque, Miguel Suárez, “Abulón” Hernández, Toño Villaescusa, Alfredo Ortiz, “Diablo” Montoya, Arturo Orozco, Enrique Romo, Aurelio López y a muchos estrellas más.
Los Alijadores fueron los campeones en esa temporada.
Y así sin percatarme que el tiempo transcurría rápido.
El refresco de guanábana me supo a Gloria y seguí deambulando por el Centro Comercial, cargando con mis recuerdos.
Recordaba que había leído que a finales de 1953, (faltaban aún algunos años para que yo llegara a este mundo), comenzó la construcción de un nuevo estadio, en el mismo lugar que ahora pisaba.
Solamente que ya no era La Piedad, ésta había desaparecido, ahora era la Colonia Narvarte y en lugar de lago y río, estaba allí el Viaducto Miguel Alemán, bueno sigue siendo río, pero ahora de autos circulando y a veces estacionados.
Ahora el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), era el amo y señor.
La primera etapa de su construcción se terminó en marzo de 1954, con inauguración y toda la cosa, allí jugaron las selecciones de Nicaragua y República Dominicana, como parte de los Juegos Centroamericanos.
Poco a poco el estadio se fue terminando de construir.
El 8 de marzo de 1955, se enfrentaron una selección mexicana contra los Gigantes de Tokio.
Ganaron los mexicanos 7-0.
Este día se volvió a inaugurar el estadio.
Antes del encuentro, se guardó respetuosamente un minuto de silencio por la muerte de Jorge Pasquel, quien había fallecido el día anterior en un accidente de aviación en las cercanías de Ciudad Valles, SLP.
El 14 de marzo del mismo año, se realizó un primer encuentro de béisbol en el marco de la Liga Mexicana, los Diablos Rojos se enfrentaron a los Sultanes de Monterrey con marcador final de 18-14 a favor del equipo de casa.
Antes de ese juego, el estadio del Seguro Social se inauguró por tercera y última vez.
Ya ve que nos pintamos solos. Algo solamente visto en nuestro país.
Pasaron 45 años y los Diablos Rojos vencen a los Tigres 9-7.
En esta ocasión no hubo “tigrazos,” batazos con los que solían ganar los Tigres en temporadas anteriores.
Esa noche también la lluvia se hizo presente para despedir al estadio del Seguro, cerrando con fuegos artificiales,
Al siguiente día el “Foro Sol” fue por 15 años un lugar “por mientras” para la práctica del béisbol, pero ya no fue lo mismo.
El béisbol había sido herido de muerte.
Los tristes Tigres se fueron a Puebla y luego a Quintana Roo en donde se encuentran actualmente.
El Sr. Alfredo Harp prometió no mudar de ciudad a sus Diablos.
Cuando el “Foro Sol” tuvo que ser entregado, el béisbol se refugió en un pequeño parque, “El Fray Nano.”
El 23 de marzo del 2019 se inauguró por fin el nuevo parque de pelota, moderno, limpiecito.
El estadio “Alfredo Harp Helú.”
Muy bonito, muy bonito, pero el estadio del Seguro… era el estadio del Seguro qué caray!
Bueno, se hace noche y como si hubiera terminado el juego, salgo del centro comercial, camino por Cuauhtémoc rumbo a la estación Centro Médico del metro, cruzo el Viaducto.
Dicen que no hay que mirar para atrás, pero en esta ocasión no resisto la tentación, me detengo, lo hago y en mi mente veo cómo, cuando pasaban las diez de la noche, se apagan las candilejas de lo que fue la Catedral del Béisbol, el “Parque del Seguro Social.”
No hace mucho tiempo tuve de nuevo la oportunidad de pasar por el lugar y desde el taxi, por alguna razón no vi ningún centro comercial en esa esquina, lo que vi fue “el Parque del Seguro Social.”
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