FERNANDO VALENZUELA ANGUAMEA

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ESTRELLAS DEL BÉISBOL
FERNANDO VALENZUELA ANGUAMEA
Por Héctor Barrios Fernández

¡Fernando.!
Solamente ese nombre es todo lo que los aficionados de los Dodgers en particular y los aficionados al béisbol en general necesitamos para evocar recuerdos del muchacho mexicano que capturó los corazones de los aficionados al béisbol a principios de los 80s.
En 1981 la “Fernadomanía” tomó al país como una prensa de acero, cuando el zurdo de 20 años de edad deslumbró al equipo manejado por Tom Lasorda con una victoria tras otra en camino a ganar la Serie Mundial.
Parecía que Fernando cruzaba los cielos como un brillante cometa, logrando 99 triunfos y 26 blanqueadas en solamente seis años, llevando con ello a los Dodgers a tres títulos de División.
Después así como sus herramientas maduraron rápidamente, también comenzaron a deteriorarse.
Su total de victorias fue de 14 en 1987.
Al siguiente año, problemas en el hombro obstaculizaron el desempeño del Fernando y a su famoso lanzamiento de “tornillo” desde el inicio de la temporada.
Cuando las lesiones lo obligaron a terminar la temporada de manera prematura el 31 de julio, su récord era de 5-8.
El héroe del Sur de California y todo México trabajó más duro que de costumbre para recuperar sus perdidas habilidades, pero esto fue en vano.
Su lanzamiento rápido había quedado solamente en el recuerdo y su lanzamiento de “tornillo” o “screwball” tenía dificultades para encontrar las esquinas del pentágono.
A pesar de tener 13-13 en ganados y perdidos en 1989, la señal era evidente.
Fernando estaba cerca del fin del viaje.
Conforme la temporada de 1990 avanzaba, era claro que esta sería la última temporada de Fernando con los Dodgers.
Aún los aficionados más obstinados se preocupaban cuando el valiente lanzador subía al montículo y que no fuera a ser maltratado por los bateadores enemigos.
El domingo 24 de junio los Rojos de Cincinnati atacaron al una vez gran lanzador y lo derrotaron 10-6.
Los últimos cinco bateadores a los que enfrentó le conectaron de hit.
Días más tarde, Fernando estaba ejercitando su brazo en la casa club del estadio de los Dodgers, mientras la mayoría de sus compañeros estaban pegados a la televisión viendo como Dave Stewart de los Atléticos de Oakland lanzaba un juego sin hit ni carrera ante los Azulejos de Toronto en el Skydome.

Cuando cayó el último out del juego, Fernando sonrió y exclamó: “Ustedes vieron un juego sin hit ni carrera en la televisión.
Ahora mirarán uno en persona”.
Sonrisas nerviosas llenaron el salón, ya que sus compañeros dudaban que “el Toro” pudiera contener a sus oponentes.
Desde el primer lanzamiento, fue obvio que Fernando venía en gran forma esa noche.
Tocaba las esquinas del plato con su famoso “screwball” con precisión asombrosa, constantemente poniéndose adelante en la cuenta y haciéndolos que adoptaran una postura defensiva con el bat.
Con excepción de un error de dos bases del jardinero izquierdo Kirk Gibson en el primer inning, los bateadores de los Cardenales morían en silencio.
Después del error, 17 hombres en fila regresaron penosamente al dugout sin seña de hit.
Cinco de los 17 habían sido víctimas del ponche.
Mientras tanto, los Dodgers, habían picoteado a los lanzadores de los Cardenales, anotando carreras en el primero, quinto y sexto inning, sumando dos más en el séptimo y otra en el octavo.
Un cuadrangular de dos carreras de Hubie Brooks había puesto arriba a los Dodgers.
Juan Samuel conectó su quinto cuadrangular de la temporada en el octavo.
Con 38,583 emocionados aficionados en el estadio, un decidido Fernando Valenzuela caminó al montículo para lanzar la novena entrada.
Comenzó el inning pintando la esquina de afuera del plato con su lanzamiento de tornillo para dejar viendo visiones a Vince Coleman para su séptimo chocolate del partido.
En ese momento su control lo abandonó momentáneamente y dio base por bolas a Willie McGee, lo cual trajo al peligroso Pedro Guerrero a la caja de bateo.
El primera base de los Cardenales, ex compañero y amigo personal de Fernando, estaba decidido a romperle el juego sin hit.
Le tiró a un lanzamiento rápido de Valenzuela y conectó un duro roletazo que parecía partía el diamante, Fernando le metió el guante, atrapó la pelota, lanzó a la segunda base.
Como un rayo Juan Samuel se abalanzó sobre la base, la tocó con su pie y soltó un riflazo rumbo a primera para un relampagueante doble play y terminar el juego.
La multitud en el estadio de los Dodgers llenó el aire de Los Angeles con un estridente griterío.
A la familia de Fernando se le salieron las lágrimas.
El muchacho de Sonora permaneció en la loma sonriendo conforme el equipo de los Dodgers lo rodeaba con calurosos abrazos.
Para el fenómeno mexicano de 29 años de edad, fue la culminación de un sueño, el coronamiento de una gran carrera.
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