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ESTRELLAS DEL BÉISBOL
¿LA SERIE MUNDIAL MÁS EMOCIONANTE?
Por Héctor Barrios Fernández
La Serie Mundial de 1991 un verdadero Clásico de Otoño.
Después de siete intensos juegos, culminando con el legendario juego final, los Mellizos de Minnesota obtuvieron su segundo título en cinco años.
Los Mellizos y sus enemigos de la Liga Nacional, los Bravos de Atlanta, llegaron a la Serie Mundial habiendo asegurado sus Divisiones con más de 90 victorias en la temporada regular.
Tanto los Mellizos como los Bravos llegaron después de terminar en último lugar en 1990.
Ambos equipos hicieron significantes cambios en sus alineaciones que mejoraron sus posibilidades de éxito para 1991, aunque ninguno esperaba ir tan rápidamente del último al primer lugar.
El primer movimiento clave por parte de los Mellizos en el receso de temporada, fue firmar a los veteranos agentes libres Chili Davis y Mike Pagliarulo.
Mike jugo una tercera base estelar para los Mellizos en 1991 y conectó un hit importante en la victoria de su equipo en el quinto y decisivo juego en la Serie de Campeonato de la Liga Americana contra los Azulejos de Toronto. Chili lideró a los Mellizos en los departamentos de cuadrangulares y carreras producidas en la temporada regular y conectó dos para la calle en la Serie Mundial.
Seleccionado por Minnesota en 1989, el segunda base Chuck Knoblauch llegó a Ligas Mayores en 1991 y ganó el nombramiento de novato del año de la Liga Americana.
Estas nuevas contrataciones se unieron al núcleo de jugadores regulares que incluía al futuro miembro del Salón de la Fama, el jardinero central Kirby Puckett, al primera base Kent Hrbek, al parador en corto Greg Gagne y al jardinero izquierdo Dan Gladden, todos habían jugado para los Mellizos, equipo campeón en 1987.
Seis de los nueve jugadores regulares de la alineación, se encontraban en plenitud de sus carreras, entre las edades de 29 y 31 años.
El ex Águila de Mexicali Dan Gladden era el mayor de todos con 33 años.
Mientras la ofensiva era reforzada por las nuevas adquisiciones que formaban un núcleo floreciente, la más grande adquisición de Minnesota fue el ex ganador de 20 juegos Jack Morris, como agente libre.
El por largo tiempo lanzador Tigre de Detroit, nació en St. Paul, Minnesota, donde había jugado béisbol en la escuela secundaria.
“El Gato” de 36 años de edad y en la segunda parte de su brillante carrera, había sido un estable abridor por más de una década, ganando 15 juegos en casi cada una de sus temporadas completas.
Morris ganó 18 juegos para los Mellizos en 1991.
En su segundo año en Grandes Ligas, el lanzador Scott Erickson emergió como un as de la rotación durante la temporada, terminando con record de 20-8 en ganados y perdidos y 3.18 en porcentaje de carreras limpias admitidas, para finalizar en segundo lugar en la votación para el premio Cy Young.
Pero en octubre, Morris lanzaría el juego más grandioso en la historia de la franquicia.
Perdedores de 97 juegos en 1990, el cuarto año en fila con 90 o más perdidos, los Bravos de Atlanta parecían estar en una situación desesperada, pero la consolidación de algunas estrellas se dio en 1991.
Ron Gant y el novato del año de la Liga Nacional en 1990, David Justice, se combinaron para batear 60 cuadrangulares y producir 162 carreras en 1990 y siguieron con 53 y 192 en 1991.
Aparte del veterano zurdo Charlie Leibrandt, la rotación abridora de Atlanta era muy joven y prometedora.
El zurdo Tom Glavine y el derecho John Smoltz, los dos con menos de 25 años de edad cuando terminó 1990, lideraron al equipo en juegos ganados ese año. Steve Avery, otro zurdo, enseñó algunos signos de éxito después de unirse al equipo a mediados de 1990 a la edad de 20 años.
En un lapso de dos semanas en diciembre de 1990, los Bravos firmaron a tres peloteros quienes serían regulares en la alineación la siguiente temporada, incluyendo a los ex Piratas de Pittsburgh Rafael Belliard y Sid Bream.
La firma más importante que consiguieron fue la de Terry Pendleton, quien había sido un estable pelotero durante seis y media temporadas con los Cardenales de San Luis.
En su primer año con Atlanta, conectó 22 cuadrangulares, la cifra más alta en su carrera y fue líder en la liga con .319 de porcentaje de bateo, números que lo llevaron a ser nombrado el jugador más valioso de la Liga Nacional en 1991, de pasadita también fue líder en hits conectados con 187.
El velocista Otis Nixon fue adquirido en un cambio justo antes de la temporada y contribuyó con 72 bases robadas y .297 de porcentaje al bat, mientras cubría uno de los jardines en compañía de Gant, Justice y el veterano Lonnie Smith.
El real cambio para los Bravos, ocurrió en el mes de junio de 1990, cuando el gerente general Bobby Cox despidió al manejador Russ Nixon y se nombró él mismo como nuevo estratega.
Previo a esto, Cox había manejado a los Bravos a finales de los 1970s y principios de los 1980s, habiéndose hecho cargo también de la conducción de los Azulejos de Toronto, (1982-1985).
Aunque Atlanta tuvo 40-57 bajo las órdenes de Cox en 1990, él llegaría a ser uno de los manejadores más exitosos de todos los tiempos.
Durante las siguientes 20 temporadas, condujo a los Bravos a 14 títulos divisionales, cinco veces campeón de la Liga Nacional y una Serie Mundial ganada.
Los dos equipos parecían los mismos al iniciar la temporada de 1991.
En el mes de abril los Bravos tenían record de 8-10 en ganados y perdidos, por corto tiempo tomaron el liderato de su división durante el mes de mayo, tuvieron record perdedor al llegar al Juego de Estrellas (39-40).
Sin embargo, las cosas entonces comenzaron a pasar y Atlanta tuvo el mejor record de las Ligas Mayores en la segunda mitad (55-28).
Aseguraron el título de la Liga Nacional el penúltimo día de la temporada.
Los Mellizos comenzaron la temporada aún peor, perdiendo 9 de sus primeros 11 juegos.
El 27 de mayo Minnesota estaba 4 juegos debajo de .500 y penúltimo en la tabla de posiciones.
Después de esa fecha, ganaron 18 de los siguientes 19 juegos, incluyendo 15 juegos seguidos.
El 16 de junio, al final de esa racha, los Mellizos estaban en primer lugar y no lo dejaron por el resto de la temporada.
En la Serie de Campeonato de la Liga Americana, los Mellizos dividieron victorias y derrotas en los primeros dos juegos en Minnesota, pero luego barrieron en los siguientes tres en Toronto.
Atlanta necesitó del máximo de siete juegos para vencer a los Piratas de Pittsburgh, en esta serie, el cuerpo de lanzadores de los Bravos tuvo 1.57 de porcentaje de carreras limpias admitidas.
La serie tuvo tres juegos con final de 1-0 y uno (el cuarto) que terminó en extra innings, a favor de los Piratas 3-2.
Esto no fue nada comparado con lo que nos esperaba.
La Serie Mundial comenzó en Minnesota y los Mellizos aprovecharon esto como una ventaja al ganar los dos primeros juegos, tal y como sucedió en 1987 contra los Cardenales, cuando ganaron todos los partidos de la serie jugados en su casa, en Minnesota.
Ganaron todos en casa y perdieron todos en gira.
Al comenzar la serie, Morris ganó su tercer juego en esta postemporada. Scott Leius conectó cuadrangular en el octavo inning del segundo juego para asegurar la victoria por una carrera.
Para el juego 3 en Atlanta, cuadrangulares de Kirby Pucket y Chili Davis, mantuvieron el juego empatado a 4 carreras después de 8 innings.
En la parte baja del 12vo, Mark Lemke dio la victoria a Atlanta al conectar sencillo impulsador después de dos outs.
El juego 4, también empatado a 2, en la baja del noveno inning, esta vez no necesitaron de extra innings.
Lemke conectó triple y anotó en elevado de sacrificio.
El juego 5, fue el único con resultado desproporcionado en la serie, Atlanta se llevó el triunfo 14-5.
Los Bravos tenían que ganar uno de los dos de vuelta en Minnesota para asegurar la primera Serie Mundial desde 1957.
El juego 6 fue otro encuentro de volteretas.
Kirby Pucket, quien tenía solamente tres hits en los cinco juegos previos, para un pobre .167 de porcentaje, conectó hit triple y anotó una carrera en el primer inning.
También hizo una atrapada de escándalo, saltando sobre la barda en un batazo salido del bat de Ron Gant en el tercer inning y prácticamente salvando de una carrera a su equipo.
Terry Pendleton empató el juego con un cuadrangular de dos carreras en el quinto inning y Kirby apareció de nuevo, ahora con el bat, al impulsar una carrera con elevado de sacrificio en la parte baja de ese inning.
La ventaja para los Mellizos no duró mucho, Atlanta empató de nuevo en el séptimo.
Con el juego empatado a tres en la baja del onceavo, el manejador de los Bravos, Bobby Cox, trajo a relevar a Charlie Liebrandt para enfrentar a Puckett al comenzar la entrada.
La historia dice que, mientras Puckett calentaba en el círculo de espera, le comentó a Chili Davis, quien lo seguía en el orden al bat, que él conseguiría llegar a una base y que Davis podría empujarlo a “home” con una carrera. Davis le contestó que sólo fuera a batear y que él mismo ganara el juego.
Con la cuenta de 2-1, al siguiente lanzamiento, Kirby mandó la pelota atrás de la barda para ganar el juego y obligar a un séptimo juego.
La siguiente noche, para qué le cuento, una verdadera joya. Con John Smoltz y Jack Morris en el montículo, los dos equipos lucharon y lucharon sin poder anotar carrera.
Durante los primeros siete innings, solamente dos jugadores, uno de cada equipo, lograron llegar a la tercera base.
Jack sufrió en el octavo al tener las bases llenas con un out, pero vino un doble play salvador del 3-2-3 y todo volvió a la tensa calma.
Minnesota llenó las bases en la parte baja de esa entrada, pero el relevista Mike Stanton fue también rescatado por un doble play.
De nuevo las bases se llenaron de Mellizos en el noveno, pero otra vez fracasaron en su intento por anotar carrera.
Mientras tanto, Jack “El Gato” Morris, después de convencer a su manejador Tom Kelly de que lo dejara permanecer en el juego, despachó el noveno inning y el décimo en el mínimo de seis bateadores.
Enfrentando al relevista Alejandro Peña, Dan Gladden abrió el décimo con un hit doble.
Knoblauch tocó la pelota.
Puckett y Hrbeck recibieron bases por bolas intencionales para llenar la casa.
Haciendo su cuarta aparición como bateador emergente en la serie, Gene Larkin vino al bat.
Los jardineros de los Bravos se movieron hacia enfrente para prevenir un elevado corto y estar en posibilidades de poder tirar con éxito al plato. Larkin conectó de hit al primer lanzamiento y Gladden llegó a “home” con la carrera de la victoria y los Mellizos fueron campeones una vez más.
Cinco juegos se decidieron por una carrera, tres de ellos en extra innings, el juego de 1-0 en diez innings de la Serie Mundial de 1991, se coloca como uno de los más grandiosos y emocionantes de postemporada, dando fin a una de las más emocionantes Series Mundiales en la historia de éstas.
Morris completó su juego y esta blanqueada en diez innings lo coloca junto con el juego perfecto de Don Larsen en 1956, como uno de los más grandiosos en el Clásico de Otoño.
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