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ESTRELLAS DEL BÉISBOL
THE MAN Y EL COMETA DE CAROLINA
Por Héctor Barrios Fernández
Los equipos de New York continuaron dominando el juego y los jugadores de la Gran Manzana continuaron teniendo la mayor parte de la publicidad, Stan Musial, que era de poco hablar, jugador estrella de los Cardenales de San Luis, no tenía la atención nacional que deseaba.
Parte de eso se debía a su propia personalidad.
Musial fue extremadamente modesto, tímido con la prensa, iba a su trabajo como hubiera ido a cualquier otro, precavido, sobrio, sin dramatismos.
Se desconcertaba por el escándalo que otros jugadores hacían.
“Conscientemente no siento ninguna emoción por ninguna buena jugada o un hit ganador del juego.
Pero no me mal interpretes.
Claro, gozo de mis hits… pero lo que quiero decir es que no siento esa emoción que hace que mis compañeros hagan una algarabía con placer y bailen de gozo… puedo estar en esa sintonía… pero no siento como sienten ellos.”
Musial tuvo muchas oportunidades de estar en esa sintonía, podría haber sido esa clase de hombre que eran sus compañeros.
Nació como Stanislaus Musial en Denora, Pennsylvania, hijo de un polaco dedicado a los fuegos artificiales quien no hablaba inglés.
Uno de los busca talentos de Branch Rickey lo miró jugando pelota semi profesional para los “Zincs” de Denora y lo firmó para San Luis a la edad de 19 años.
Nunca jugó para otra organización.
Aunque le ofrecieron 50,000 dólares para jugar en la Liga Mexicana en 1946, aún así no lo tentaron, aunque estaba ganando solamente 13,000 al año; tomando ese dinero significaba faltar a su palabra con los aficionados de San Luis, dijo después.
Su reputación de persona confiable inició en su primera aparición en Grandes Ligas al final de la temporada de 1941, cuando conectó 6 hits en un doble juego contra los Bravos de Boston.
Casey Stangel, entonces manager de los Bravos, advirtió a sus jugadores: “Ustedes lo verán por largo, largo tiempo…diez… quince… quizá veinte años.”
Se mirarían forzados a verlo por veintidós años.
En un principio Musial fue un especialista en dobles y triples y en cinco de sus siguientes nueve temporadas fue líder en porcentaje de bateo de la Liga Nacional.
Al inicio de la temporada de 1948 se convirtió en un bateador de cuadrangulares, conectando un total de 475 a lo largo de su carrera.
Los aficionados ahora lo llamaban “Stan the Man.”
Un lanzador veterano explicaba cómo lanzarle a Musial:
“Le tiro mi mejor lanzamiento, entonces corro atrás de la tercera base para protegerme.”
En 1962, a la edad de 41 años bateó para .330, conectando un cuadrangular en su primera vez al bat como abuelo.
Finalmente se retiró al siguiente año, porque, dijo que no podía “jalar el gatillo a los lanzamientos rápidos.”
Ganó 7 títulos de bateo (tres en forma consecutiva), 2 veces ganó el título de bateo y el nombramiento de jugador más valioso en la misma temporada.
Sus estadísticas de por vida reflejan una escrupulosa consistencia: 3,630 hits, (en ese tiempo un récord en la Liga Nacional), exactamente dividió en dos esa cantidad, conectó 1,815 hits en gira y 1,815 hits en casa, más las emociones que provocó a los aficionados de San Luis.
Por su parte Roberto Clemente durante toda su carrera de 18 años, jugó extraordinariamente el jardín derecho para los poco publicitados Piratas de Pittsburgh.
Fue un salvaje bateador de líneas con un fenomenal y potente brazo, a menudo plagado de lesiones pero orgulloso de su origen puertorriqueño y siempre enojado con los cronistas por frecuentemente llamarlo “Bobby” en lugar de Roberto.
Clemente bateó arriba de .300 en 13 de 18 temporadas, dejando un porcentaje de por vida de .317, con 4 títulos de bateo y 12 guantes de oro, además lideró a los jardineros de la Liga Nacional en asistencias en cinco ocasiones, para constituirse en un récord.
“Cuando Clemente estaba en el jardín derecho,” dijo el lanzador de los Piratas Steve Blass, “era como tener cuatro jardineros.”
A pesar de todo, nunca recibió las alabanzas y reconocimientos que estaba seguro de merecer.
“Un hombre enormemente orgulloso.”
Él mismo se definía así de cierta manera.
Su ánimo estaba por los aires y en la Serie Mundial de 1971 finalmente llegó una oportunidad.
Siempre sintió que había sido ignorado porque no estaba jugando en New York o California.
Era menospreciado por la prensa.
En 1971 jugó de una manera como si quisiera probarnos que estábamos equivocados.
Contra Baltimore en la Serie Mundial de 1971, Clemente se apoderó de la oportunidad para enseñarle al mundo todo lo que podía hacer, conectó dos imponentes cuadrangulares y consiguió pegar de hit en cada uno de los siete juegos de la serie para llevar a su equipo a la victoria y ganar el título de bateo con un porcentaje de .414 y el nombramiento de jugador más valioso.
“Quiero ser recordado,” dijo, “como el jugador que dio todo lo que tenía para dar.”
En el juego final de la siguiente temporada, alcanzó la cifra de 3,000 hits.
Diez semanas más tarde, un terremoto azotó Nicaragua y Clemente voluntarioso reunió víveres para las víctimas.
Su avión se estrelló en el mar en la víspera del año nuevo.
Su cuerpo nunca fue encontrado.
Once semanas más tarde, fue instalado en el Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown, New York.
El primer jugador latinoamericano en ser honrado.
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