COMO LO CONTÓ MONTE IRVIN

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ESTRELLAS DEL BÉISBOL
COMO LO CONTÓ MONTE IRVIN
Por Héctor Barrios Fernández

Cuando a Roger Clemens le tocaba lanzar en el estadio de los Yankees, antes de iniciar el cotejo iba hasta la placa de Babe Ruth ubicada en el jardín central, a manera de veneración y como una forma de presentar su admiración y respeto por el “Bambino,” le tocaba la frente.
Cada vez que tengo en suerte acudir al estadio de los Gigantes de San Francisco, procuro hacer un alto en las estatuas de Willie Mays, Juan Marichal, Willie McCovey, Orlando Cepeda y la de Gaylord Perry o en las placas de tanto héroe que los Gigantes han tenido a través de su rica historia, desde sus gloriosos años en New York hasta el día de hoy.
Dichas placas se encuentran incrustadas sobre la pared del estadio que da a la calle King, que a pocos metros rumbo al Bay Bridge ésta se convierte en Embarcadero Boulevard.

Dentro de este grupo de estatuas y palcas de reconocimiento que calladamente  se patrocinan con fondos públicos, de los Gigantes, empresas privadas y sobre todo de aficionados, se encuentra la de Monte Irvin quien jugara en 1942 en nuestro país.
Me coloco frente a ellas, digo o pienso algunas palabras que procuran ser de agradecimiento por todo lo que nos brindaron y siguen brindando dentro del béisbol, después me retiro a presenciar el partido del de la jornada.
Lo mismo ocurre en San Diego con la estatua de Tony Gwynn que visité recientemente y que ahora se encuentra muy bien acompañada por la de Trevor Hoffman.
He tenido la fortuna de estar frente a la estatua de Don Héctor Espino González, estaba ubicada en la explanada del estadio que aún lleva su nombre en Hermosillo, Sonora.
Luego, deteriorada y todo fue colocada allá, lejos, casi en el monte, de no ser porque la pusieron al lado de la avenida que lleva al estadio Sonora, ahora felizmente es parte central de la Plaza de las Leyendas en las afueras del hermoso estadio Sonora, como debió ser desde un principio.

Pues bien Monte Irvin, dijo en una ocasión que:
“Algunos de los mejores jugadores de todos los tiempos exhibieron sus grandezas en los campos de prueba de los estadios de las Ligas Negras. (ya sabemos que fueron varias las Ligas Negras).
Me considero muy afortunado de haber sido testigo de esta parte de la historia del béisbol, siendo un jugador de las Águilas de Newark dentro de la Liga Nacional Negra.
Durante los años que estuve con los Águilas, tuve el privilegio de jugar con y contra muchos peloteros que ahora están en el Salón de la Fama.
Déjeme comenzar por mis compañeros.
Nuestro parador en corto, Willie Wells que en México le decían el “Diablo,” fue un excelente fildeador, podía correr y fue un buen bateador.
Él fue parte del cuadro del millón de dólares de las Águilas, junto con el tercera base Ray Dandridge.

He visto a muchos terceras bases, pero nunca he visto a alguien que llegue la pelota más rápido a primera base que Dandridge.
Ray salía de la nada con sus tiros y no importaba si la pelota era bateada fuerte o suave, pondría fuera a los corredores por solamente un paso.
Mule Suttles fue conocido mayormente por su bateo.
Fue uno de los mejores bateadores de curvas que jamás he visto y podía batear la pelota tan lejos como cualquiera.
Leon Day, (que vimos jugar en 1940 con Azules de Veracruz y 1947 y 1948 con Diablos Rojos) gato rapidísimo, también un gran lanzador.
Además de su bola rápida, tenía una gran curva y mejor control.
Tenía corazón de león y podía mantenerse tirando tan duro por tanto tiempo como él quisiera.
En 1946 cuando ganamos la Serie Mundial Negra, Biz Mackey fue nuestro manejador.
Biz había sido el mejor receptor de la liga, antes que surgiera Josh Gibson. Años antes Dick Lundy manejó a las Águilas por una cuantas temporadas.
Su apodo fue “King Richard” porque en sus primeros días, era el rey de los paradores en corto.
Lundy debería estar en el Salón de la Fama.
El mejor equipo en nuestra liga fue el de los Grays de Homestead quienes eran realmente poderosos con Josh Gibson y Buck Leonard.
Josh fue un jugador nacido para jugar béisbol.
Tenía un gran físico con una gran fuerza en la parte superior de su cuerpo que generaba tremenda velocidad en el bat.
Su poder era increíble.
Fue muy audaz en el pentágono y un gran bateador oportuno.
Atrás de él estaba Buck Leonard.
Buck no bateaba las pelotas tan lejos como Josh, pero también bateaba cuadrangulares.
Tenía uno de los bats más rápidos que jamás he visto y se daba un banquete con los lanzamientos rápidos.

Otro jugador de élite que quiero mencionar es Bill Wright.
Bill fue un hombre bastante grande y el más rápido que vi de ese tamaño. Podía correr como venado y fue un maestro en tocar la pelota.
(Por cierto murió en el Estado de Aguascalientes en donde era dueño de un restaurante)
Sin duda alguna que debería estar en el Salón de la fama.
Miré a Oscar Charleston cuando jugaba la primera base para los Crawfords de Pittsburgh.
Fue un excepcional bateador.
En sus inicios jugaba el jardín central, era el Willie Mays de esa era.
Pero déjeme decirle algo:
Jugué con Willie con los Gigantes y nadie en el mundo jugó el jardín central mejor que Willie Mays.
Charleston era agresivo y fuerte.
Él y Gibson provocarían un debate en el dugout acerca de quién era más fuerte y se tomarían uno al otro y lucharían como dos grandes elefantes.
La mayoría de las veces terminaba en empate.
En la Liga Americana Negra hubo muchos jugadores talentosos.
Entre los mejores conocidos, por supuesto, Satchel Paige.
Satchel era natural, no tenía miedo, era inteligente y se tenía confianza. Pensaba que podía poner out a todos.
La primera vez que le vi, no lanzaba curvas.
Sólo tiraba pelotas rápidas, adentro y afuera, arriba y abajo.

Entre los compañeros de Satchel con los Monarcas de Kansas City, se incluían a Hilton Smith, Willard Brown y Buck O’Neil.
Hilton tenía una gran curva que era casi imbateable.
Willard fue su bateador de poder, mataba la bola rápida, además era veloz. Cuando fue a los Cafés de San Luis, lo tuvieron que enviar a las menores por dos meses, para que aprendiera cómo se hacían las cosas en las Ligas Mayores.
Buck fue un elegante primera base y muy buen bateador.
Creo que está en el Salón de la Fama por sus contribuciones al béisbol.
En México jugué contra Martín Dihigo en 1942.
Martín lo podía hacer todo.
Jugó todas las posiciones menos de cátcher.
Como lanzador, fue el Satchel Paige de Latinoamérica.
Era muy alto y con elegantes formas en su caminar.
Es siempre gratificante ver jugadores de las Ligas Negras que son reconocidos por su grandeza como jugadores y por su contribución al béisbol.
Me quito el sombrero ante estos jugadores que son representativos de todos los que jugaron en la Ligas Negras.”
Sirva este artículo para recordar a Monford Merrill “Monte” Irvin y a todos los peloteros que formaron parte de las Ligas Negras para no olvidar su ejemplo, coraje, arrojo y las condiciones en las que tuvieron que desenvolverse en la época que les tocó vivir.
Más de “Monte” Irvin en: http://beisboldelosbarrios.com/index.php/por-los-rumbos-de-cooperstown-y-mexico-2da-parte/

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